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MARACAIBO EN SU 495 ANIVERSARIO (Por Douglas Zabala)

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Cuentan los que siempre han contado cuentos y leyendas, de esas inmensas y tranquilas aguas, llamadas Lago de Maracaibo, que en ese mismo sitio había una gigantesca selva donde todos los animales y todos los hombres solían descansar.

En esos tiempos había un señor al que llamaban Zapara, dueño de casi todas esas tierras, ríos y animales; pero, no de un rayo que a cada segundo alumbraba todita la selva.
Cuentan como Zapara de un solo pisotón, molesto porque su hija Maruma se enamoró, hizo la hondonada donde hoy reposa el lago.

Un día Maruma escuchaba cantar a su novio Tamare. Esto enfureció más a su padre Zapara, quien fue hacia la orilla del Mar y de otro pisotón hizo que, entraran todas las aguas del mar, hasta formarse el gran Lago donde también sus poetas suelen cantar.

Zapara al terminar el Lago, le entregó a su hijo Maracaibo, el poder de su reinado, y se arrojó entre la parte del mar y el Lago, convirtiéndose en una pequeña Isla. A pesar de todo esto, Maruma y Tamare siguen entonando canciones de amor.
ALFÍNGER EN LA BAHIA
Las crónicas, de la que nos habló en su “Historia de las Indias”, Fray Bartolomé de las Casas, datan del 24 agosto de 1499.

Ese día Alonso de Ojeda, recorre las costas venezolanas y cruza frente a la barra de Maracaibo. Dicen que Ojeda al ver estas aguas, se vino bordeando por sus orillas occidentales, y llegó a estos lares, dándole el primer nombre de San Bartolomé, en honor al Santo, cuyo onomástico se celebra cada 24 de agosto.

Nuestro Lago de Maracaibo, es el único del planeta relacionado con el mar; pero su fuente principal es el agua dulce, proveniente de los ríos que bajan de la Sierra de Perijá y la Cordillera Andina. No conforme con toda esta belleza, en dirección suroeste, sus marinos y pobladores, se deleitan con su Relámpago del Catatumbo.

El nombre actual de ese gran espejo de agua, se lo debemos al alemán Ambrosio Alfínger, quien, un 8 de septiembre de 1529, lo rebautizó, al averiguar, cómo los indígenas al poblado donde habitaban, le decían Maracaibo. En esa misma fecha «fundó» la ciudad que le daría nombre al Lago.

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