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A 5 años del apagón y aún se continua con la lucha eléctrica

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La ciudad de Maracaibo se sumerge diariamente en un mar de emociones encontradas. Sus habitantes experimentan suspiros y lágrimas de impotencia, mezcladas con rabia, tristeza y agotamiento.

Estos sentimientos se intensifican al finalizar la jornada laboral, cuando regresan a sus hogares iluminados únicamente por velas y abanicos de mano. El grito desesperado de «¡Se fue la luz!» resuena con amargura en cada rincón de la ciudad.

Esta situación desoladora no es nueva para los zulianos, quienes llevan soportando apagones y cortes de energía desde hace 15 años, cuando el expresidente Hugo Chávez decidió nacionalizar la industria eléctrica del país, ENELVEN. La crisis eléctrica alcanzó su punto álgido el 7 de marzo de 2019, con el devastador «Apagón Nacional» que sumió a todo el territorio venezolano en la oscuridad y el caos.

Ante esta realidad, los habitantes de Maracaibo claman internamente por un cambio urgente. Cada día se convierte en una lucha constante por sobrevivir en medio de la precariedad y la incertidumbre. La necesidad de una solución definitiva a la crisis eléctrica se hace cada vez más apremiante, mientras la esperanza de un futuro mejor se desvanece lentamente en la penumbra.

Una realidad frustrante para los marabinos

La vida diaria se convierte en una lucha constante por sobrevivir en medio de la oscuridad y el calor sofocante para los marabinos, mientras la inquietud y la impotencia se apoderan de sus hogares.

La señora Mirla Albarrán, residente actual de Maracaibo, compartió su desgarradora experiencia con respecto a las fallas eléctricas para el medio Así Es Noticia.

La madre de tres niños, relató: «Mis hijos sufren y lloran desesperados por el intenso calor y la falta de electricidad, lo que me impide descansar adecuadamente. La incertidumbre de no saber a qué hora llegará la luz, ya que los apagones pueden durar horas, genera un constante estado de ansiedad en mi hogar».

Además, Albarrán mencionó que los constantes apagones han dañado sus artefactos domésticos, lo que representa un gasto adicional para una familia ya afectada por la crisis eléctrica. También comenta que los apagones algo frecuentes y pueden ocurrir hasta seis veces al día, lo que ha llevado a situaciones extremas como la nevera dejando de funcionar por completo.

Kairoli Rivas nos comenta cómo es la oscuridad que vive en esta ciudad. Con una abuela de 80 años en silla de ruedas y un niño de 6 años a su cargo, se enfrenta a una situación desesperante.

Cansada, Kairoli se ve obligada a levantarse constantemente para atender a su madre, moviéndola de un lado a otro, en busca de un poco de fresco en el «porche» de su casa mientras esperan que regrese la luz. Esta rutina agotadora la lleva al límite, «llego casi exhausta a mi trabajo día tras día».

La carga emocional y física que Kairoli experimenta es palpable en sus palabras. La preocupación por el bienestar de su familia, especialmente de su abuela y su hijo, la sumerge en un estado de desesperación constante.

«El no saber cuándo volverá la electricidad se convierte en una pesada carga adicional en medio de todas las responsabilidades diarias».

La falta de servicios básicos como la electricidad, no solo impacta en la comodidad y el bienestar de las personas, sino que también deja en riesgo la salud y la seguridad de aquellos más vulnerables, como los niños y los ancianos.

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