Cada 14 de enero, Barquisimeto, la capital del estado Lara en Venezuela, se convierte en el epicentro de una de las manifestaciones religiosas más concurridas del país: La procesión de la Divina Pastora. Esta veneración mariana, que atrae a millones de devotos, no solo es un evento de profunda espiritualidad, sino que también está impregnada de una rica historia que entrelaza fe, cultura y milagros.
La historia de la Divina Pastora se remonta a 1703 en Sevilla, España, donde el padre Isidoro de Sevilla, tras una revelación divina, encargó al pintor Miguel Alonso de Tovar la creación de una imagen que representara a la Virgen María como pastora, rodeada de ovejas.
Esta obra simbolizaba a María como la protectora de su rebaño, una alegoría de su papel como guía espiritual de la humanidad.
La devoción por la Divina Pastora cruzó el Atlántico y llegó a Venezuela en 1706, gracias al fraile Marcelino de San Vicente, quien llevó imágenes y cuadros de la Virgen a diversas regiones del país. Sin embargo, fue en Barquisimeto donde esta advocación encontró su hogar.
La primera procesión de la Divina Pastora tuvo lugar en 1856, en medio de una epidemia de cólera que azotaba la región. Los habitantes de Lara llevaron la imagen de la Virgen en procesión, implorando por el fin de la peste.
Según relatos históricos, el padre José Macario Yépez ofreció su vida a cambio de la sanación del pueblo, y, milagrosamente, los casos de cólera comenzaron a disminuir hasta desaparecer y fue allí donde este evento trascendental consolidó la figura de la Divina Pastora como un faro de esperanza para los venezolanos.
El 14 de enero, aniversario de aquella primera procesión, se ha convertido en un día de celebración y agradecimiento.
En la actualidad, la tradición convoca a más de dos millones de personas que recorren los siete kilómetros que separan el pueblo de Santa Rosa del centro de Barquisimeto.
La peregrinación está cargada de espiritualidad y fervor, con fieles que caminan acompañados de cánticos, oraciones y actos litúrgicos.
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