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¡A QUE NO ME CONOCÉIS! (Por Douglas Zabala)

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Ya lo dijo Celia Cruz antes de irse cantando: «No hay que llorar. Que la vida es un Carnaval. Y es más bello vivir cantando».

La celebración del Carnaval tuvo su origen en fiestas paganas como las que se realizaban en honor al Dios Baco, el dios romano del vino y la diversión. Estas festividades se caracterizaban por el desenfreno y la alegría, y con el tiempo, se fueron adaptando a las tradiciones cristianas. A esta Bahía de Maracaibo llegó el Carnaval de la mano de los españoles para deleite de quienes todavía lo festejan.

En América Latina, el Carnaval ha evolucionado y se ha convertido en una de las celebraciones más importantes y coloridas. En Brasil, el Carnaval de Río de Janeiro es famoso por sus desfiles de samba, carrozas espectaculares y disfraces elaborados. En Colombia, el Carnaval de Barranquilla es reconocido por su música, danzas y comparsas que llenan las calles de alegría y color. En Bolivia, el Carnaval de Oruro es una mezcla de tradiciones indígenas y españolas, con desfiles y danzas que representan la lucha entre el bien y el mal.

En Venezuela, los Carnavales más recientes fueron los celebrados a partir de 1960. En esos años, las carrozas con sus disfraces, caramelos y papelillos, junto al tradicional balde de agua o el fulminante vejigazo, que te dejaba empapado y pintao, hacían las delicias de todos quienes jugaban Carnaval.

Carnavales en Maracaibo

Carnavales sabrosos en Maracaibo eran los que prendía «Cuchita», el dueño de El Naiguatá. A ese famoso club y su vecino El Catirito, iban a celebrar los pobres y los ricos también. Al son de El Super Combo Los Tropicales, Willy Quintero, Los Master, Los Imperials y Los Blancos, todo el mundo amanecía bailando.

Los últimos Carnavales también se disfrutaron en el Club Bella Vista, Club Creole, Hotel del Lago, Club Comercio, El Pub Club, Kanekao y Club Alianza. Y tampoco uno se pelaba las bailaítas con la Billo y su Conga de Carnaval cantada por nuestro Maracucho Cheo García. Eso sí, quienes le ponían el ritmo al Carnaval eran aquellas negritas que te decían: ¡A que no me conocéis! ¡A que no me conocéis!

Agencias

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