El Mundo | El chavismo ha redoblado la represión contra la sociedad venezolana con un gran objetivo: matar la esperanza, la misma que unió a millones de ciudadanos que sueñan con el cambio y con el regreso de sus familiares emigrados al extranjero. La escalada no cesa y suma a nuevos dirigentes opositores de peso, como los antiguos diputados William Dávila y Américo de Grazia, así como a Carlos Chancellor, padre de uno de los jugadores de la selección Vinotinto de fútbol.
Con la arremetida contra Twitter, WhatsApp y Signal, como ya ocurre en China, Irán o Corea del Norte, el gobierno también busca aislar a los venezolanos, dificultar las comunicaciones del país que sigue en resistencia. Las detenciones y encarcelamientos son como una ruleta rusa, a cualquiera le puede tocar: basta con una denuncia de los “patriotas cooperantes” a través de la aplicación VenApp o con tener contenido antigubernamental en los teléfonos.
“Alto al terror. Sigue la dictadura con su feroz represión secuestrando jóvenes, testigos, activistas, políticos, mujeres y periodistas”, denunció Andrés Velásquez, dirigente de la cúpula de la oposición democrática, que también esperseguido por los agentes de Inteligencia de Nicolás Maduro.
Sin las pocas garantías constitucionales que quedaban y con la aplicación de un estado de sitio de facto, incluidos toques de queda tácitos en algunas barriadas populares, la revolución pretende transformar su clamoroso derrota en las urnas (67% a favor de Edmundo González Urrutia frente al 30% de Maduro) en la reelección del “presidente pueblo” al precio que sea.