Este lunes, 4 de noviembre, la ONG Greenpeace pidió que la muerte de dos ballenas jorobadas registrada la semana pasada en el sur de Chile, cerca de distintas granjas de salmones, «no quede impune».
«Este es un triste recordatorio de los impactos destructivos que tiene la industria de la salmonicultura en nuestra biodiversidad marina», señaló la vocera de Greenpeace Chile, Silvana Espinosa.
El primer ejemplar lo hallaron el pasado martes en el Seno Glacier, situado en la Reserva Nacional Kawésqar (Región de Magallanes), mientras que el segundo se ubicó en el Parque Nacional Laguna San Rafael (Región de Aysén) el pasado miércoles, cerca de centros de cultivo de salmones de las compañías Australis Mar y Cooke Aquaculture.
Chile es el segundo exportador mundial de salmón, después de Noruega, y la salmonicultura, que se desarrolló con fuerza durante la dictadura (1973-1990), es una de las tres industrias que más exporta, con el cobre y el litio.
Por otra parte, los ambientalistas llevan años denunciando el lado más oscuro de esta lucrativa industria y pidiendo más regulación y sacar los centros salmoneros de las áreas protegidas de la Patagonia, donde existen una treintena de especies de cetáceos y el 50 % de las aves marinas de Chile.
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