En Venezuela, los grafitis se convirtieron en una forma clandestina de protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro, reflejando el descontento de la población. A medida que la represión y el miedo a la persecución aumentan, los ciudadanos recurren a las paredes de las ciudades para expresar su rechazo al régimen.
Frases como «Ganó Edmundo», «Venezuela eligió» y «Edmundo presidente» aparecen en diversas ciudades, evidenciando el apoyo a la oposición y, en particular, a Edmundo González, quien ha sido reconocido por su victoria en las recientes primarias de la oposición. Sin embargo, las autoridades no han tardado en borrar estos mensajes, a veces en menos de 24 horas.
Una fuente cercana a los grafiteros, que prefirió permanecer en el anonimato, describió esta práctica como una forma de protesta y organización en tiempos difíciles. A pesar de su connotación artística, los grafitis han adquirido un significado político en un contexto de creciente represión.
La legislación venezolana penaliza la práctica de grafitar en espacios no autorizados, y el artículo 479 del Código Penal establece multas para quienes deterioren propiedades ajenas. Sin embargo, los grafitis también los utiliza el gobierno para amedrentar a opositores, como se evidenció en amenazas dirigidas a María Corina Machado durante la campaña electoral.
Este fenómeno se está observando en varias regiones del país, incluyendo Barinas, Guárico, Mérida, Táchira, Trujillo, Portuguesa y Zulia, mostrando que la disidencia se manifiesta de maneras creativas a pesar de las restricciones.
A medida que se convocan vigilias y protestas en favor de los presos políticos, los grafitis continúan siendo un símbolo de resistencia y una forma de resistencia pacífica en un país donde la libertad de expresión enfrenta serias limitaciones.